Por ADN CELAM
“Seguir a la escucha del Espíritu, entendiendo que el discernimiento comunitario permite incluir más voces, ensanchar la tienda,” fue la invitación de la Asamblea Regional de países bolivarianos al concluir sus trabajos de conversación espiritual este 3 de marzo en la ciudad de Quito, Ecuador.
Tomando como punto de referencia el ver, juzgar y actuar de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Medellín y Aparecida; el P. Carlos Ignacio Man Ging, facilitador metodológico de la asamblea, orientó los trabajos que se iniciaron con un espacio dedicado a la espiritualidad. El consagrado aseguró que “la conversación espiritual, no anula nuestra praxis teológico-pastoral, sino que al contrario la potencia”.
Asumirlo de esta manera ha de llevarnos a ensanchar la tienda de la Iglesia hasta hacerla propia y amarla con sus costuras y jirones, porque en palabras del religioso, el discernimiento permite elegir lo que más nos conduce a cumplir el propósito para el que fuimos creados. “Buscar y hallar la voluntad de Dios: que vivamos la caridad, el respeto y la justicia,” no son pretensiones idealistas sino una opción que puede vivirse desde las diversas formas de consagración.
«Deja tu ofrenda y ve a reconciliarte con tu hermano,» un fragmento del capítulo 5 del Evangelio de Mateo fue base del trabajo por grupos en los que se compartieron intuiciones y aprendizajes, así como experiencias que el Espíritu propició para llevarlos a vivir como una verdadera comunidad sinodal. Estos mismos aportes se compartieron durante la Eucaristía celebrada por Mons. Carlos Enrique Curiel Herrera, Obispo de la diócesis de Carora en Venezuela
Algo nuevo está naciendo
Dentro de los aportes hechos por la vida consagrada femenina está la importancia de aprender a escuchar sintiéndose parte de la iglesia desde la dignidad bautismal, más allá de la distinción ministerial. Así el trabajo en pequeñas comunidades fue valorado como un ensayo práctico de sinodalidad que desean replicar y trabajar con las comunidades en las que viven.
Continuar y resignificar la vida consagrada femenina, según comentaron, ha de ser un reto dentro de la vida diaria, empoderándose y superando las dependencias que habitan de manera frecuente tanto la mente como el corazón de las mujeres consagradas. Se trata de desaprender las actitudes de sumisión, empoderándose de su formación, actuando de manera corresponsable con la misión y desde lo práctico, trabajando por el diaconado femenino.
En el caso de los laicos aseguraron que sienten un llamado a experimentar los frutos de la conversación espiritual, sintiéndose parte de una iglesia que camina sin dejar a nadie atrás, como fruto de una experiencia en la centralidad de Jesús Eucaristía; decididos a emprender una ruta hacia las periferias, construyendo una iglesia con rostro de pueblo, apostando por una formación permanente que despierte el deseo de vivir la sinodalidad y asumiendo el compromiso de la escucha, para que la sinodalidad sea más que un término o una palabra eclesial.
Compromiso de todos
Un laicado que renacido en sus ambientes sea sal y dé sabor a la iglesia bolivariana, sin perder de vista que es necesario constituirse en animadores de la sinodalidad, hacer de la espiritualidad una riqueza compartida.
Para ellos es vital mantener el compromiso de encontrarse como pueblo de Dios y promover en las comunidades el camino sinodal con las luces y sombras del proceso.
Mientras que sacerdotes y obispos es imprescindible esforzarse para que todos sean uno, conscientes de conocer la realidad y respetar la vida de otros, porque esto ciertamente hace parte del camino sinodal que los invita a ser fermento en las comunidades, trabajando y haciendo visibles las experiencias de sinodalidad que ya tiene la Iglesia con la certeza de que a partir de ahora el ejercicio de la sinodalidad está en manos de cada uno.
La responsabilidad está en regresar y ponerla en práctica. Escuchar para discernir, decidir y luego implementar, porque no pueden marginarse de algo nuevo está naciendo y que necesitará de un proceso de formación permanente en el que todos tienen algo que aportar.