Bajo el lema «Aquí estoy, envíame», la Comisión de Acólitos de la Vicaría de la Juventud organizó el primer Encuentro Vicarial de Acólitos en el Seminario Santo Toribio de Mogrovejo. Hasta aquí llegaron alrededor de cien jóvenes de las vicarías territoriales I, II y III para reflexionar sobre el sentido del acolitado.
La jornada inaugural contó con la participación del Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, así como la del Vicario episcopal de la Juventud, el Padre Rodolfo Silva.
«Estamos alegres porque vamos siendo una comunidad juvenil a partir de la experiencia que hacemos de servir a la Iglesia a través del servicio al Altar», expresó Monseñor Castillo durante sus palabras iniciales.
El Prelado explicó que el servicio del acolitado va más allá de ayudar en la Misa y ordenar el Altar, también se trata de «preparar a la comunidad a una participación real», ya sea acogiendo a la gente, acompañándolos, ensayando los cantos y contribuyendo todos a «transmitir la belleza del Evangelio».
Quien es llamado por el Señor tiene que ser un conocedor profundo del Evangelio y un lector permanente del Evangelio para traducirla a nuestro lenguaje y en las circunstancias.
Dirigiéndose a los jóvenes acólitos, el Arzobispo de Lima señaló que nuestra religión no puede «estar ausente de cercanía a los sentimientos y a la vida de la gente». Promover una religión separada de la realidad, por lo tanto, significa ignorar los signos de amor gratuito de Jesús, que se ha encarnado en nuestra historia y en nuestra humanidad.
«En la Iglesia hay ese problema de que algunos se sienten «privilegiados» y nos olvidamos de que todos somos hermanos. Por eso, me alegra mucho ver que también nos acompañan acólitas, porque el rol de la mujer en el mundo cada día es más importante. ¡Y más en la Iglesia!», manifestó.
Acólitos sinodales: caminar juntos en el servicio
El Arzobispo Castillo afirmó que el espíritu sinodal de la Iglesia también está presente en el servicio que se realiza desde el acolitado. «Ustedes nacen en el periodo de los «acólitos sinodales», es decir, como grupos van a empezar a caminar juntos para preparar las celebraciones comunitarias, considerando todas las dimensiones fundamentales que tienen los jóvenes», expresó.
En todos tiene que haber una comprensión de que los signos que hacemos en la Liturgia son signos del Señor que se actualizan en la vida de la gente.
Monseñor también recordó el valor que tiene la vestidura blanca que llevan los acólitos: «Es la más honorable de las vestiduras. Los sacerdotes la llevamos puesta en el fondo porque nos recuerda la sencillez en la que hemos sido bautizados. A veces, nos preocupamos en tener los trajes más elegantes y malgastamos los recursos en ello, pero tenemos que ver más allá y recordar que somos laicos y laicas, hijos de Dios revestidos del Espíritu Santo para amar. Y el vestido blanco que llevamos no es para separarnos, sino para unirnos más a todos», precisó.
Durante el primer encuentro vicarial de acólitos se organizaron momentos de integración y dinámicas. También se preparó una breve charla a cargo del Padre Roy Cutire, asesor de la Comisión de Acólitos.
También se dedicó un espacio a la reflexión comunitaria a la luz de la Palabra de Dios, en donde se respondieron las siguientes preguntas:
¿Me siento elegido por Dios para servirle con alegría?
¿Cuáles son los frutos de mi acolitado?
¿Qué esperas de la Comisión de Acólitos de la Vicaría de la Juventud?
Posteriormente, los grupos compartieron sus conclusiones en un plenario.
Al inicio de la Eucaristía, los acólitos llevaron en procesión la imagen de Santo Toribio de Mogrovejo, patrón de nuestra Arquidiócesis de Lima y del episcopado latinoamericano.