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En un mundo donde hay quien piensa que todo se compra y se vende, el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), a través de la Red CLAMOR, ha lanzado la Campaña Latinoamericana contra la Trata de Personas 2021, que tiene como lema “La Vida no es una mercancía, se trata de personas”.

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Esta campaña fue anunciada en el marco de la Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas 2021, que coincide con la fiesta de Santa Bakhita, con el lema “Economía sin trata de personas”, en una vigilia de oración en la que se ha recordado que Jesús nos invita a cambiar todas las formas de mercantilización de la vida por la vida en abundancia que Él nos promete.

La vida humana convertida en un objeto

La campaña pretende, en palabras de Elvy Monzant Arraga, Secretario Ejecutivo de la Red CLAMOR, “denunciar cuando la vida humana es convertida en un objeto al que se le pone precio y se ofrece en el mercado”. La oración “al Dios de la Vida, al Dios de la esperanza, para que sea Él quien nos acompañe, quien nos anime en esta tarea de defender la vida, especialmente la vida frágil, la vida amenazada”. Estamos ante un tiempo “para animar a la Iglesia a comprometerse con este flagelo tan grave como es la trata de personas”.

En la celebración de apertura participó también el Secretario General del CELAM, Monseñor Jorge Eduardo Lozano, que definía la trata de personas como “una realidad criminal que nos avergüenza como seres humanos, dado que considera al ‘otro’ como objeto transferible y vendible según la ley de la oferta y la demanda”.

Para Monseñor Lozano estamos ante “un drama muy serio que nos muestra la bajeza en que se consigue caer”. El Arzobispo de San Juan de Cuyo recordaba las dificultades que enfrentan en su recuperación las víctimas que logran ser liberadas de estas redes, definiendo la campaña y a la Red CLAMOR como muestra del “rostro de una Iglesia samaritana que se acerca con corazón de mamá y se inclina ante el sufrimiento enorme que no encuentra consuelo”.

Denunciar la impunidad y la corrupción

En este lanzamiento de la campaña que nos recuerda que “La vida no es una mercancía, se trata de personas”, la hermana Liliana Franco señalaba que “hacemos nuestra esta lucha por la dignidad y los derechos de las víctimas de trata”. La presidenta de la Conferencia Latinoamericana de Religiosos – CLAR, insistía en la urgencia de “humanizar las relaciones, purificarlas de todo matiz de utilitarismo y de violencia”.

Ella veía la vigilia como momento de unirnos por y con las víctimas, de orar “convencidos de que no puede existir impunidad, pidiendo que se rompan los silencios cómplices, que se fortalezcan las redes”. Ella también pedía “osadía para denunciar las estructuras que oprimen, que utilizan y que comercializan al ser humano”, agradeciendo por ser red, donde está la fuerza.

Todo se mide por el poder y el tener, pero no para compartir

Mons. José Luis Azuaje definía la vigilia como “un momento de esperanza, porque toda oración se abre a la esperanza”. El presidente de Caritas América Latina y el Caribe afirmaba en la sociedad actual “todo se mide por el poder y el tener, pero no para compartir, sino para excluir y violentar, de forma que se pueda dominar cada día más a las personas, a las sociedades, a los pueblos”. Al hablar de la pandemia, el presidente del episcopado venezolano, afirmaba que “ha hecho volvernos más solidarios, que la humanidad sea más incluyente, que acepte las diferencias, que lo humano sea lo principal”.

Ser imagen del buen samaritano

A partir del texto del buen samaritano, la vigilia ha sido momento para descubrir el llamado a ser constructores de un nuevo vínculo social, partiendo de la opción de fondo que necesitamos tomar para reconstruir este mundo que nos duele. Ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el buen samaritano, rehacer una comunidad a partir de hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de la exclusión. Es necesario denunciar el modelo económico injusto, cruel, neoliberal y capitalista que beneficia a unos pocos a costa de la exclusión de quienes son descartados.

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