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“Una estima por la Sagrada Escritura, un amor vivo y suave por la Palabra de Dios escrita es la herencia que San Jerónimo ha dejado a la Iglesia a través de su vida y sus obras”. Estas fueron las palabras del Papa Francisco que acompañaron en su carta apostólica ‘Scripturae Sacrae affectus’ (Amor a la Sagrada Escritura) en el XVI centenario de la muerte del santo. “Hoy, mil seiscientos años después, su figura sigue siendo de gran actualidad para nosotros, cristianos del siglo XXI”, señaló el Santo Padre en la misiva firmada hoy, memoria de San Jerónimo.

San Jerónimo (340-420) fue el primer traductor de la Biblia. En Tierra Santa se dedicó traducir manuscritos antiguos de sus idiomas originales –hebreo, arameo y griego– al latín de su tiempo, traducción conocida como Vulgata.

En la Carta, el Papa describe que este santo ha dejado a la Iglesia como herencia “una estima por la Sagrada Escritura, un amor vivo y suave por la Palabra de Dios escrita” y destaca “su admirable figura en la historia de la Iglesia y su gran amor por Cristo”.

Este amor, prosigue el texto del Pontífice,  “se extiende, como un río en muchos cauces, a través de su obra de incansable estudioso, traductor, exegeta, profundo conocedor y apasionado divulgador de la Sagrada Escritura; fino intérprete de los textos bíblicos; ardiente y en ocasiones impetuoso defensor de la verdad cristiana; ascético y eremita intransigente, además de experto guía espiritual, en su generosidad y ternura”.

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