Con la finalidad de dar a conocer el rol relevante de la Iglesia Católica frente a la resolución de conflictos en América Latina en los últimos años, Mons. Miguel Cabrejos Vidarte, OFM, Arzobispo de Trujillo (Perú) y Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), brindó una ponencia magistral este martes 8 de noviembre titulada «El valor del diálogo y las experiencias de América Latina en los procesos de paz» para los participantes y ponentes del Seminario Internacional «Balance y perspectivas del diálogo como instrumento para enfrentar la desigualdad», reunidos en Quito (Ecuador).
Este evento fue organizado por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), la Universidad Politécnica Salesiana (UPS) y la Universidad Central del Ecuador (UCE). El Seminario Internacional surge tras la culminación del proceso de diálogo entre el gobierno ecuatoriano y las organizaciones indígenas, y cuenta con el apoyo del CELAM y de la Cooperación Técnica Alemana (GIZ).
El valor del diálogo
Mons. Cabrejos centró su disertación en el valor del diálogo y las experiencias de América Latina en los procesos de paz, sin apartarse del carácter multidisciplinar que considera es fundamental para la construcción de la paz y que ayuda a superar el riesgo de un análisis sesgado o incompleto que puede dañar gravemente la paz social y sus perspectivas. Esta mirada multidisciplinaria, afirma el obispo, permite hacer un aporte desde las humanidades, sin las cuales -sostiene- la visión de la vida es incompleta.
Tomando como punto de partida el saludo que Jesús nos encarga cuando nos envía a construir el Reino y que él mismo enseña al llegar a cualquier lugar, el Arzobispo de Trujillo extendió su saludo fraternal a los presentes ¡Que la paz sea con ustedes!. Agradeciendo la invitación que se convierte en una oportunidad para reflexionar sobre la importancia del diálogo y la paz en nuestros contextos; el prelado explicó que se trata de pensar en ese regalo que recibimos de Jesús, pero es difícil entregar a los otros.
Así el también presidente del episcopado peruano, aseguró que es preciso entender que la paz del Señor, que recibimos como un regalo, es también una tarea pastoral, un encargo misionero, un desafío, un reto que necesariamente requiere “que no tiemble nuestro corazón ni se acobarde”; pese a las adversidades latentes en los pueblos de América Latina y el Caribe.
Se trata, en su opinión de humanizar la vida, como lo han señalado los últimos Papas en diversos momentos. San Juan XXIII al afirmar que la construcción de paz tiene alcances personales, comunitarios y mundiales; o el Papa Francisco en Fratelli Tutti, incluso en días más cercanos como en la Fiesta de Todos los Santos, al recordar que, para poder ser operadores y operadoras de la paz, tenemos que “desarmar el corazón” y porque si no acogemos el don de la paz en nuestro propio corazón, será imposible transmitirla a los demás.
Realidad y experiencias
Para comprender el fenómeno Monseñor Miguel Cabrejos recordó que, si bien América Latina y el Caribe es una región de enormes riquezas, también es dueña de las mayores desigualdades sociales y económicas; por lo mismo, de muchos conflictos.
Al respecto indicó que aún no se evidencia un sistema de partidos suficientemente sólidos, capaces de sostener la democracia y el bien común, por lo que prácticamente en todos los casos de conflictos armados o de pueblos sometidos; la Iglesia ha sido un refugio para las víctimas generando espacios de diálogo para avanzar en los procesos de paz.
Ejemplo de ello es la acción de la Iglesia en conflictos que se han presentado en México, Bolivia, Chile, Colombia, Guatemala, Honduras, El Salvador, Perú y Panamá en donde las causas de los conflictos son comunes y surgen por la opresión política, los abusos de poder, el atropello de los derechos de las comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes.
Ante estas situaciones, advierte el arzobispo de Trujillo, la Iglesia se sitúa como mediadora y garante de los derechos de las comunidades, un rol estratégico y profético porque la mayor parte de los conflictos, buscan conseguir el suficiente reconocimiento para generar cambios positivos en los grupos sociales. Para Monseñor Cabrejos, vale la pena destacar que en estos procesos la Iglesia ha estado para ofrecer un acompañamiento pastoral a las gentes. Las experiencias hicieron que los paises aprendieran que las mediaciones entre los actores del conflicto deben lograrse con una autoridad moral que goce de confiabilidad.
Al ser un actor imparcial en los conflictos, explica el prelado, la Iglesia ayuda a traducir las demandas históricas en agendas viables que puedan discutirse en mesas de diálogo, porque muchas veces los Estados responden con soluciones que los pueblos no querían, lo que para el obispo implica que la Iglesia cuide las condiciones metodológicas en la experiencia mediadora.
“Nuestra Latinoamérica y el Caribe han vivido un largo tiempo en condiciones de violencia estructural en muchos de sus países. Ello ha llevado a generar polarización política y a que grupos de distintos pueblos opten por el camino de la violencia,» precisó.
Nuevos caminos, nuevas formas de convivir
Finalmente, el presidente del Celam dijo que cuando hablamos de construir paz, recordamos, que se trata de un verdadero trabajo artesanal que debe gestar una cultura del encuentro, como invita el Papa Francisco.
Construir una paz duradera “implica el hábito de reconocer al otro el derecho de ser él mismo y de ser diferente. A partir de ese reconocimiento hecho cultura se vuelve posible la gestación de un pacto social. Alcanzar ambos pactos, el cultural y el social, debería ser el objetivo de todo proceso de paz, que requiere del diálogo sincero y profundo,” concluyó
A continuación, la Ponencia Magistral del Presidente del CELAM: