El abrazo de Dios desde una azotea parroquial
Por: Esther Núñez Balbín Periodista
Ante un nuevo escenario de fe, cientos de familias peruanas elevaron sus oraciones por aquellos que luchan por sus vidas en el mundo, frente al brote del nuevo coronavirus. Y lo hicieron aún confinados desde sus balcones y ventanas, porque iban a ver al mismo Dios.
La oportunidad llegó para todos días atrás desde la azotea de la parroquia San Antonio de Padua, ubicada en el distrito limeño de Jesús María. Allí, el párroco y religioso franciscano Enrique Díaz, tomó la iniciativa de llevar un momento de esperanza a los hogares que, ni siquiera en cuarentena, deben trastabillar en su fe. Fue así que, sobre un improvisado altar revestido con la bandera peruana, alzó ante sus feligreses a quien les hace esperar contra toda esperanza: a Jesús Eucaristía, confinado él también por amor en una custodia.
El padre Enrique detalló cómo gracias a una iniciativa de dos jóvenes de su parroquia, todos descubrieron la necesidad que tiene la humanidad de Dios, en este caso sus parroquianos. “El padre Daniel, Gustavo y yo nos dimos cuenta que en el convento teníamos un área libre en la azotea, entonces fuimos comprobando que podíamos hacer realidad esta idea. Incluso algunos vecinos facilitaron otros implementos como parlantes, música, luces, etc.”
Movidos por el amor
“A pesar de que no todos comparten la fe católica, se vivió el momento con respeto y fraternidad”, comentó el joven sacerdote. Son este tipo de gestos los que mantienen viva la esperanza por calles, plazas y avenidas en el Perú.
Con este gesto de la comunidad, los religiosos franciscanos comprueban que nadie le gana a Dios en generosidad, pues la exposición del santísimo se realizó durante dos días, sábado y domingo. “Es realmente un esfuerzo en conjunto. Todos los vecinos de alrededor se pusieron en movimiento y no descuidaron ningún detalle”.
Esta expresión de fe ante al avance del COVID 19 demuestra la sintonía que tiene el pueblo de Dios con su pastor universal. Pues bastaron unos días posteriores para saber que el santo padre iba a impartir la bendición “Urbi et Orbi”, también con el santísimo sacramento. Fue algo inusual, pero muy simbólico para sobrellevar estos tiempos y constatar que Jesús está con nosotros. Nuestra fe no está en cuarentena.