- Comentario de la Semana (01 de noviembre – 05 de noviembre)
El Evangelio de este domingo relata la admiración de Jesús por la limosna que ofrece la pobre viuda en el templo; actitud que contrasta frontalmente con el orgullo y la arrogancia de los fariseos. Es una invitación al discernimiento y a la conversión.
Jesús nos advierte sobre el peligro de la vanidad, que enceguece a los hombres. La actitud voraz, disfrazada de religiosidad, es condenada por el Señor. La tentación original de la soberbia se enreda en el corazón de muchas maneras: el ejecutivo que solo ve en sus empleados máquinas para hacer dinero; el obrero que sabotea la empresa donde trabaja; el que abusa del vulnerable o el que acusa injustamente; el que devora la creación o el que desfigura la imagen de Dios en las personas.
Jesús resalta la limosna de la viuda, y nos enseña que no es la cantidad ni el aplauso del público lo que hace noble la ofrenda, sino el sacrificio y el corazón con que se da. La generosidad, en el silencio, es bendecida por el Señor.
Nos recuerda el Papa Francisco: “Jesús condena la espiritualidad cosmética, aparentar lo bueno, lo bello, ¡pero la verdad por dentro es otra cosa! Jesús nos aconseja esto: no tocar la trompeta…y no dar solamente lo que nos sobra. Y nos habla de esa viejecita que ha dado todo lo que tenía para vivir… que lo hace de una forma un poco escondida, quizá porque se avergonzaba de no poder dar más.”[1]
P. Guillermo Inca Pereda
Secretario Adjunto de la Conferencia Episcopal Peruana
[1] Cf Homilía de S.S. Francisco, 14 de octubre de 2014, en Santa Marta.