En algunas instancias eclesiales se perpetua la costumbre de que cada uno no pueda expresarse libremente, algo que el Papa Francisco insiste en dejar para atrás, y uno de los motivos por los que ha convocado este Sínodo sobre la Sinodalidad. Este 4 de octubre se dio inicio a los círculos menores.
Luis Miguel Modino, enviado especial al Vaticano
En el Sínodo de las mesas redondas es interesante ver las dinámicas que quieren ser introducidas en la Iglesia, un modo de ser Iglesia en el que Francisco tiene mucho a decir y lo dice. En ese sentido, recordando una anécdota ocurrida con él mismo, dijo que, en un Sínodo, siendo relator, vivía tensiones con el cardenal que era secretario, que prohibía que ciertos temas fuesen introducidos en las votaciones, lo que llevó al entonces cardenal Bergoglio a reclamar ante la falta de sinodalidad y el no dejar que cada uno se expresase libremente.
La Palabra como fruto de la libertad
Eso nos lleva a reflexionar sobre un tema fundamental, especialmente en una Iglesia sinodal, en verdad en toda forma de ser Iglesia, lo que significa la palabra como fruto de la libertad. Una Iglesia que respeta la palabra de cada miembro. Es a partir de esas pequeñas intuiciones que se va creando un espíritu de comunión y se va construyendo un modo de ser Iglesia, algo no fácil de asumir en los tiempos que corren, pero que sin ello es difícil prever un futuro halagüeño para vivir la catolicidad.
Sólo así, teniendo la posibilidad de usar la palabra con libertad, se puede avanzar en una sinodalidad en la Iglesia que, en palabras del Santo Padre en el discurso de abertura, “aún no está madura”. En cierta medida, en algunas instancias eclesiales se perpetua la costumbre de que cada uno no pueda expresarse libremente, algo que Francisco insiste en dejar para atrás, y uno de los motivos por los que ha convocado este Sínodo sobre la Sinodalidad.
Hacer presente el Espíritu en los círculos menores
En la medida en que el Espíritu se vaya haciendo presente en esas mesas redondas, en los 35 círculos menores, en que está dispuesta el aula sinodal, se sentirán acogidas las voces de quienes se sienten rechazados por la propia Iglesia o por el mundo, estén o no estén en esa sala, pues no podemos olvidar que éste es un Sínodo de la Iglesia, con representantes de las Iglesias de todo el mundo, y nadie debería ser voz de sí mismo y sí de una Iglesia que ya ha recorrido un camino en el proceso de escucha y en las diferentes etapas transcurridas.
Una Iglesia sinodal tiene que ser una Iglesia con una mirada que bendice, buscando desear y construir el bien. Y este construir el bien ha de ser una exigencia para quienes están sentados en esas mesas redondas en las que se dispone la sala sinodal. Aquellos y aquellas a quienes se les ha confiado, a través del discernimiento comunitario, encontrar los nuevos caminos para hacer realidad una Iglesia sinodal, no puede ser gente que ponga palos en las ruedas. Apoyar las reformas del Papa Francisco, siempre con la libertad de discutirlas en busca de ese construir el bien, es algo no negociable para quienes son miembros del Sínodo.
La metodología del Sínodo
Esa Iglesia sinodal que Francisco sueña es una Iglesia que acoge a los pequeños, a los sencillos, una Iglesia que es abrazo de Dios, especialmente para tantos hombres y mujeres abrumados, fatigados, que se sienten perdonados desde su abertura a la acción del Espíritu. Por delante quedan muchos días de irse mirando a los ojos y así abrir el corazón a personas diferentes, muchas de ellas desconocidas entre sí, pero que irán ganando en confianza para construir juntos, con una metodología que busca que la Iglesia decida en espíritu de comunión, como insistía Paolo Ruffini, prefecto del Dicasterio para la Comunicación en el briefing con los periodistas realizado en la Sala Stampa este 5 de octubre.
Ruffini insistió en la confidencialidad y explicó la metodología de trabajo hasta el final de la primera fase de la Asamblea Sinodal. Un elemento fundamental es la conversación en el Espíritu, donde todo mundo habla y escucha, una posibilidad que también habrá en las congregaciones generales, insistiendo en la libertad con que Francisco quiere que sea vivida la Asamblea Sinodal, para desde una experiencia espiritual avanzar en el camino de la comunión, uno de los grandes desafíos de este Sínodo sobre a Sinodalidad.