Restos del impulsor de la fe mariana, Sebastián Astowaraca, fueron trasladados al santuario apurimeño. La exhumación estuvo liderada por el Obispo de Abancay, Monseñor Gilber Gómez González.
A Sebastián Martín Astowaraca lo bautizaron popularmente como el “Quimichi” que en el quechua antiguo significa “portador”. Nacido en San Pedro de Cocharcas 1567, tuvo un desgraciado accidente en medio de las celebraciones del patrono de su pueblo: uno de sus amigos le atravesó la muñeca con una penca de maguey encendida. La herida fue tan profunda que las astillas inutilizaron su mano para siempre. Un vendaje estropeó su vida y su temperamento. A sus 23 años de intensa juventud sintió que era un lisiado al que no querían ni en su propia casa.
En esas condiciones resolvió viajar al Cuzco para buscar futuro y encontró a su paso a otros indígenas que se alimentaban de la caridad del colegio de la Compañía de Jesús. Una india llamada Inés le comentó que había acudido a un santuario en El Collao donde veneraban a una milagrosa Virgen María. Sebastián lo consultó con su confesor, el Padre Gregorio Cisneros, quien lo convenció y animó para que se traslade a buscar la gracia y milagro de la Santísima Virgen.
El indio pasó por Copacabana y llegó a Pucará donde pernoctó. Profundamente dormido sintió que lo despertaron suavemente y advirtió que su mano estaba totalmente sana y sin huellas de herida alguna.
A llegar al Santuario, se postró de rodillas ante el altar Mariano, y decidió adquirir una copia de la venerada imagen para llevarla a su pueblo y promover su culto. Así llegó la Virgen de la Candelaria a Cocharcas en 1598. Ayudado por su primo Tomás Camascusi lograron edificar el santuario actual y murió a los pocos años. Sus discípulos lo proclamaron “Quimichi” que en antiguo quechua significa “Potador”, como un homenaje a su labor misionera.
A propósito de los 425 años de la llegada de la imagen, la Diócesis de Abancay logró trasladar los restos de Sebastián Quimichi desde la Penitenciaría hasta el altar de San José, en el crucero del santuario en medio de una gran multitud de fieles que asistieron al homenaje del notable devoto cocharquino, presidido por Monseñor Gilber Gómez González.
La diócesis de Abancay está celebrando un Año Mariano con motivo de los 400 años del Santuario de Cocharcas, los 425 de la llegada de la sagrada imagen y los 65 de la creación de la diócesis, que convoca a diversos académicos, investigadores, religiosos, estudiantes, peregrinos y público interesado en la historia de la devoción.
Además de los retiros y peregrinaciones, se llevó a cabo un Simposio (del 18 al 20 de agosto), que comenzó con la novena de la próxima festividad que se desarrollará este viernes 8 de setiembre.
El evento se denominó “Devoción a la mamacha Cocharcas: Historia, Patrimonio e Identidad Religiosa Apurimeña”, y reunió a diversos académicos, investigadores, religiosos, estudiantes, peregrinos y público interesado. Del 27 al 29 de octubre se llevará a cabo un gran Congreso Eucarístico Mariano en la Diócesis de Abancay.
400 AÑOS DEL SANTUARIO DE COCHARCAS
La Iglesia de Nuestra Señora de Cocharcas fue construida entre los años 1598-1623, y ampliada entre 1672 y 1680. El Instituto Nacional de Cultura y, posteriormente, el Ministerio de Cultura, restauraron el santuario desde el 2008 hasta el 2019. Cocharcas es el segundo santuario mariano de los Andes, después de Copacabana. Sus devotos y peregrinos proceden de las regiones de Ayacucho, Ica, Lima, Junín, Huancavelica, Cusco y Arequipa. En los meses previos a la fiesta, dos imágenes misioneras (La Reina Grande y la Reina Chica) recorren esas regiones en hombros de los quimichus, al son de las chirisuyas. Estos misioneros fomentan su devoción y recogen las limosnas para el santuario.
La Virgen de Cocharcas es una talla de madera policromada confeccionada por Tito Yupanqui, quien también es escultor de la imagen de la Virgen de Copacabana. Existen réplicas de la Virgen de Cocharcas en el distrito de Sapallanga, Huancayo; Orcotuna, Junín; Barrios Altos en Lima, entre otras.