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  • Comentario de la Semana [04 de enero – 08 de enero]

Este domingo recordamos el Bautismo de Jesús en el río Jordán. El se acercó a Juan para recibirlo, pero bien sabemos que no necesitaba ser bautizado. El bautismo de Juan era un bautismo de conversión y Cristo es el Hijo de Dios, Santo desde siempre y por siempre. Entonces, ¿porque quiso ser bautizado?

San Martín de Tours (380-465) en uno de sus conocidos sermones, nos da una respuesta a nuestra pregunta, cuando dice: “Cristo es bautizado no para ser él santificado por las aguas, sino para que las aguas sean santificadas por él, y para purificarlas con el contacto de su cuerpo. Más que de una consagración de Cristo, se trata de una consagración de la materia del bautismo. Desde el momento en que Cristo se sumerge en el agua, toda ella queda limpia con miras a nuestro bautismo, y es purificada la fuente para que los pueblos venideros puedan recibir la gracia bautismal. Cristo, pues, marcha él primero al bautismo, para que los cristianos sigan confiadamente tras él”.

Hoy, al celebrar el bautismo de Jesús, evocamos nuestro bautismo. Tres sentimientos envuelven nuestra alma: la gratitud, porque Dios nos ha liberado del pecado y nos ha hecho hijos suyos por adopción; el gozo, porque Dios nos ha injertado en la Iglesia, somos por lo tanto parte de su pueblo elegido; y la responsabilidad porque debemos anunciar su salvación y la cercanía del Reino de los cielos, a todos los pueblos de la tierra.

P. Guillermo Inca
Secretario Adjunto de la Conferencia Episcopal Peruana



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