- Comentario de la Semana [22 de febrero – 26 de febrero]
No podemos ser ajenos al dolor humano. Cristo nos enseñó a compadecernos de quien sufre y ayudarlo como lo hizo el buen Samaritano. Es por eso, que desde nuestra fe estamos cerca de todos los que sufren especialmente de aquellos cuya cruz por su dureza solo puede encontrar sentido al contemplar la cruz de Cristo.
Enseña la Iglesia que “cuidar al enfermo revela un principio de justicia, en su doble dimensión de promoción de la vida humana y de no hacer daño a la persona: es el mismo principio que Jesús transforma en la regla de oro positiva «todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos» (Mt 7, 12). En la ética médica tradicional: primum non nocere”.
La Iglesia siempre se ha preocupado de los enfermos. Ella, al ejemplo de Cristo, sabe que es parte de su misión “hacerse cargo de toda la vida y de la vida de todos, para revelar el Amor originario e incondicionado de Dios, fuente del sentido de toda vida”.
Todos debemos cuidar la vida de un enfermo, de modo particular los agentes sanitarios, a quienes “le ha sido confiada la misión de una fiel custodia de la vida humana hasta su cumplimiento natural”; asegurándole el cuidado hasta el final: «curar si es posible, cuidar siempre (to cure if possible, always to care)».
La vida es un valor tan grande que no se puede renunciar a ella, como dice el Papa, sin que toda la humanidad sea derrotada
P. Guillermo Inca
Secretario Adjunto de la Conferencia Episcopal Peruana