Con profunda alegría y gratitud, la Iglesia de Lima celebró los 50 años de servicio pastoral de Monseñor Salvador Piñeiro. En el día de Pentecostés, el Arzobispo de Ayacucho presidió la Misa en Acción de Gracias en la Basílica Catedral de Lima, junto al señor Nuncio Apostólico, Monseñor Paolo Rocco Gualtieri; el Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo; obispos de las diócesis hermanas, sacerdotes y Pueblo de Dios.
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Al inicio de la celebración, Monseñor Carlos Castillo dirigió unas palabras de agradecimiento por el testimonio de amistad de nuestro hermano, Salvador Piñeiro. El Primado del Perú entregó su báculo, de manera simbólica, para que el obispo de Ayacucho presida la Eucaristía. «Te recibimos aquí, con todo el corazón de amigos que, durante tantos años nos has llevado a hacer de esta Iglesia de Lima, una Iglesia ferviente, entregada, generosa. Tú eres parte de esta historia nuestra», manifestó el arzobispo de Lima.
Por su parte, el Nuncio Apostólico, Monseñor Paolo Rocco Gualtieri, hizo extensiva la felicitación y bendición del Santo Padre por estos 50 años de ordenación sacerdotal.
En una breve alocución, nuestro Nuncio resaltó la importancia del servicio presbiteral y episcopal a lo largo de la vida de Monseñor Piñeiro, un «constructor de unidad eclesial, verdadero Pastor que ama a la Iglesia, promueve y construye la verdadera unidad en ella».
«Todo jubileo es acción de gracias, reflexión y misión»
Durante su homilía, Monseñor Piñeiro remarcó que parte del servicio del Pastor consiste en «arrancar del corazón humano, ese pecado que nos entristece y nos divide, para dar la paz y que todos vivamos como hermanos».
Agradecido por las múltiples muestras de cariño, el prelado afirmó que este tiempo de jubileo es también una oportunidad para reflexionar, en primer lugar, en la fidelidad a la que nos llama el Señor: «Todo jubileo es acción de gracias, es reflexión, es misión», acotó.
El arzobispo Piñeiro también precisó que la vida sacerdotal no debe ser entendida como una especie de estirpe, al contrario, «es urgente el trabajo sacerdotal de acompañamiento y hermanamiento, para no perdernos en el horizontalismo material», advirtió.
Hoy más que nunca urge la tarea del sacerdote, que proclama la Palabra de Jesús, que convierte el corazón y transforma el mundo, que celebran los Sacramentos, los signos de la presencia de Dios.
En otro momento, Monseñor Salvador hizo un llamado a continuar trabajando por las vocaciones: «El primer semillero, el primer seminario de la vocación, es la familia. Hay tanta desunión en los hogares que, por eso, se descuida mucho la formación, el crecimiento de los ideales religiosos. Y la Iglesia tiene un rol importante en ese aspecto, porque anima, acompaña e inspira a que nuestros jóvenes apuesten por Jesús. Los curas no caemos del cielo, nacemos en una familia y somos acompañados por la Iglesia», aseveró.
Trabajemos por las vocaciones: en el hogar, en la vida de la escuela, en las comunidades parroquiales. Este es un gran compromiso que tenemos que asumir como Iglesia.
La Misa por los 50 años de servicio de Monseñor Salvador Piñeiro contó con la distinguida presencia de Monseñor Alejandro Wiesse, obispo del vicariato apostólico de Requena; Monseñor Neri Menor Vargas, obispo de Carabayllo; Monseñor Isaac Martinez, obispo de Cajamarca; y Monseñor José Antonio Eguren, Arzobispo de Piura.
También participaron como concelebrantes: Monseñor Juan Carlos Vera, obispo castrense del Perú; Monseñor Lino Panizza, obispo emérito de Carabayllo; y los obispos auxiliares de Lima: Monseñor Guillermo Elías, Monseñor Ricardo Rodríguez y Monseñor Juan José Salaverry. Entre los invitados, destacaron autoridades civiles y militares.