Más de 800 religiosos y religiosas para la vida consagrada, participaron de la Solemne Eucaristía presidida por Monseñor Paolo Rocco Gualtieri, Nuncio Apostólico en el Perú, en el marco de la XXVII Jornada Mundial de la Vida Consagrada.
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Durante su homilía, el representante diplomático del Santo Padre se inspiró en las figuras bíblicas de Simeón y la profetisa Ana, mencionados en el Evangelio de Lucas, para explicar el valor de la vida religiosa y su misión en el mundo: «La vida religiosa, en los tiempos que vivimos, necesita «ir al templo» para reencontrarnos con el Señor, para reconocer al Mesías, acogerlo y darle hospitalidad en el corazón toda la vida», manifestó.
El encuentro, organizado por la Conferencia de Religiosas y Religiosos del Perú y la Vicaría para la Vida Consagrada, contó con la presencia de distintos representantes de congregaciones, desde jóvenes aspirantes a la vida consagrada hasta una hermana agustina de 102 años, la madre Leonor.
También estuvieron presentes los obispos auxiliares de Lima: Monseñor Ricardo Rodríguez, Monseñor Guillermo Cornejo y Monseñor Juan José Salaverry; así como el obispo de Huacho, Monseñor Antonio Santarsiero. Todos unidos en el día de la vida consagrada para pedir por la Paz en el Perú.
Como signo de unir esfuerzos por ser testimonio vivo, cada comunidad presentó a los pies de María, Reina de la Paz, una rosa. Esta fue una ofrenda especial para que nuestra rosa mística interceda por todos los consagrados.
Ver al Señor como Simeón. Hacer una experiencia del Señor.
Monseñor Rocco inició su homilía saludando la designación de Monseñor Salaverry como nuevo presidente de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada. En alusión al Evangelio de Lucas (2, 22-40), que narra la Presentación de Jesús en el Templo, el nuncio apostólico reflexionó sobre la figura de Simeón, un hombre justo que anhelaba ver la consolación de Israel y, antes de morir, logra ver y reconocer al Señor:
«Simeon significa “Dios escucha”. Él es escuchado por Dios para recordarnos que Dios siempre escucha a su pueblo, a su Iglesia, nos escucha a nosotros. En cierto modo, Simeón es el modelo de todo consagrado y consagrada, porque también nosotros debemos abrazar cada día al Señor y decirle: Te amo y te quiero con un corazón intenso, Señor», indicó.
Seguir al Señor más de cerca: el sentido de la vida religiosa.
Dirigiéndose a las comunidades de religiosos, consagrados y jóvenes seminaristas, Monseñor Rocco aseguró que «el sentido y el corazón de la vida religiosa» consiste en «seguir al Señor más de cerca», para «experimentarlo, acogerlo y darle hospitalidad en el corazón toda la vida».
Nuestra vida es una acogida del Señor, eso es lo que significa los votos y las promesas que hacemos. Acoger y dar hospitalidad constantemente al Señor, mediante los votos de castidad, de pobreza y de obediencia.
En otro momento, el nuncio papal recordó que el Espíritu es el protagonista de la vida de Simeón (En él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. [Simeón] Movido por el Espíritu, fue al templo). Por lo tanto, el Evangelio nos enseña que el «Espíritu es el protagonista de nuestra vida», porque cada consagrado y consagrada «ha sido movido por el Espíritu a entrar en el fuego eterno, que es Jesucristo, y a enamorarnos de Él».
Nuestra vida es una peregrinación hacia el Templo del Señor. La vida religiosa, en los tiempos que vivimos, necesita ir continuamente al templo, al nuevo templo, para reencontrar su identidad, para reencontrar el consuelo, la verdad y la esperanza.
Como segundo aspecto, Monseñor Paolo meditó sobre la figura de la profetisa Ana, mencionado por Lucas en la Liturgia de hoy. «Ana es una mujer muy anciana y viuda, muchos años viviendo en el templo, adorando, ayunando, orando y sirviendo al Señor noche y día. Ella es, para nosotros, un programa de vida espiritual», explicó.
Qué es la vida consagrada sino una vida marcada por estos verbos: una adoración continua al Señor, una oración continua que se eleva al Señor y un servicio constante a Él, noche y día.
Monseñor Rocco aseveró que la Liturgia nos permite apreciar dos figuras bíblicas que hablan sobre la redención y la consolación: Ana habla a todos de la redención, de la liberación de Israel; mientras que Simeón esperaba la consolación. Ambos «reconocen la presencia de Dios, porque reconocen en el Niño la dirección de Jerusalén».
Nuestro pueblo necesita de consuelo. La vida consagrada es para el pueblo el consuelo del Señor. Recemos para que cada uno de nosotros podamos ser ese consuelo del Señor para los demás.