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Jr. Estados Unidos 838. Jesús María.
Lima, Perú.

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Mientras que el número de víctimas de coronavirus en Italia ha aumentado a cinco y el número de víctimas infectadas a 219, en Milán -despertada medio cerrada y medio vacía- se impusieron entradas escalonadas para evitar aglomeraciones en los pasillos de la Oficina de Inmigración. Monseñor Mario Delpini, arzobispo de la capital lombarda, cuenta cómo está viviendo, como ciudadano y guía pastoral, la contingencia vinculada a la difusión del CoV-2.
R. – Con cierta serenidad, confiando en las instituciones encargadas y declarando nuestra disponibilidad de llevar a cabo las indicaciones cautelares para contener la propagación de este virus. No comparto este alarmismo generalizado, este contagio de miedo, que ha llevado a algunas formas exageradas, pero también entiendo que este aspecto psicológico, dado el énfasis puesto por tantos medios de comunicación y el espacio que se le da a todas estas noticias. También entiendo que la gente acumule víveres, que la gente se ponga en dificultad en las actividades más ordinarias. Creo que siguiendo las indicaciones de las autoridades competentes, damos la suficiente serenidad para hacer lo que se puede hacer.

A nivel de celebraciones litúrgicas, especialmente en vista de las que abren el tiempo de Cuaresma, ¿cómo se comportarán, cuáles son las indicaciones?
R. – Las indicaciones son las de la Región, de evitar las reuniones. En la diócesis de Milán las celebraciones son en gran parte de rito ambrosiano y por lo tanto el miércoles de ceniza no se celebra. Pero en mi opinión la línea general de evitar las reuniones es válida… Se encontrará otra forma de introducirse en la Cuaresma.

¿Cuál podría ser la alternativa?
R. – La alternativa podría ser dedicarse más personalmente a la oración y la penitencia, a la meditación del Evangelio, y luego, quizás, realizar un rito significativo más adelante en la Cuaresma. De acuerdo con lo que sucederá… No parece, por ahora, que necesitemos anticiparnos demasiado porque las medidas restrictivas, al menos aquí en la Región, conciernen a los próximos siete días. La catedral de Milán está cerrada por el momento, hoy y mañana se comportará según los flujos turísticos de Milán.

¿Qué piensa de las zonas más aisladas que en cualquier caso gravitan en torno a su diócesis y que también se han visto afectadas por el contagio?
R. – Han suspendido las escuelas por ejemplo, parece prudente adaptarse a estas decisiones y por lo que veo las cosas son temporales, reducidas en el tiempo. Es sólo cuestión de esperar y ver si estas medidas resultan tranquilizadoras.
En un nivel más espiritual, ¿qué podemos aprender de esta contingencia? R. – Podemos aprender mucho, por ejemplo, podemos aprender cómo una cierta comunicación produce alarmismo, cómo una cierta comunicación nos ayuda a ser sabios y prudentes y que la buena comunicación es el tema determinante. Desde el punto de vista científico, este episodio, al menos para mí, ha dado lugar a muchos interrogantes sobre las inversiones que se hacen en la investigación. En muchas partes se invierte mucho en la investigación relativa al tratamiento de personas que pueden pagar… digamos, en las enfermedades de los ricos. En los países de los que proceden algunas enfermedades que se convierten en epidemias, me parece que no hay tanto cuidado para elevar el nivel de vida, el nivel de higiene, el nivel de prevención… Esto también da lugar al deseo de expresar la solidaridad con los contagiados, con los países que están sujetos a restricciones muy estrictas. Que el Señor bendiga a los científicos. Que el Señor bendiga a todos, para que nos volvamos tal vez menos presuntuosos y busquemos soluciones juntos. Que bendiga a las instituciones, para que sean sabias al actuar.

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