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“Para salir de una pandemia, es necesario cuidarse y cuidarnos mutuamente”, expresó el Papa Francisco en la Audiencia General de este miércoles 16 de septiembre en el Patio de San Dámaso, continuando con las catequesis sobre cómo sanar el mundo. Al inicio de su discurso, el Santo Padre destacó el papel esencial de los “cuidadores” en la sociedad, “aunque a menudo no reciban ni el reconocimiento ni la remuneración que merecen”. “El cuidado es una regla de oro de nuestra humanidad y trae consigo salud y esperanza”, afirmó el Pontífice.

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En el marco del Jubileo de la Tierra, a la luz de la encíclica Laudato si’, el Papa subrayó que “este cuidado abraza también a nuestra casa común: a la tierra y a cada una de sus criaturas”, recordando que abusar de la creación es “un pecado grave que daña y enferma”. Asimismo, dijo que “la creación no es un mero ‘recurso’”, sino que “las criaturas tienen un valor en sí y reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios”.

Sin embargo, para descubrir ese valor y ese rayo de luz divina es necesario el silencio, la escucha y la contemplación, que también sana el alma.

Sin contemplación es fácil caer en un antropocentrismo desviado y soberbio, el “yo” al centro de todo, que sobredimensiona nuestro papel de seres humanos y nos posiciona como dominadores absolutos de todas las criaturas.

Papa Francisco

Este antropocentrismo desviado, puede hacernos creer que “estamos en el centro, pretendiendo que ocupamos el lugar de Dios; y así arruinamos la armonía de la creación, la armonía del plan d Dios”, convirtiéndonos “en depredadores, olvidando nuestra vocación de custodios de la vida”. “El trabajo no es sinónimo de explotación –afirmó el Santo Padre-, sino que siempre va acompañado de cuidados: arar y proteger, trabajar y cuidar… esta es nuestra misión”.

“El mejor antídoto contra este abuso de nuestra casa común es la contemplación”, subrayó Papa Francisco, “es importante recuperar la dimensión contemplativa”. Cuando contemplamos, descubrimos en los demás y en la naturaleza algo mucho más grande que su utilidad, descubrimos el valor intrínseco de las cosas que les ha dado Dios.

Como ejemplo de esta contemplación, el Santo Padre recordó la invitación final en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola a la “Contemplación para alcanzar amor”. Un llamado “a considerar cómo Dios mira a sus criaturas y a regocijarse con ellas; a descubrir la presencia de Dios en sus criaturas y, con libertad y gracia, a amarlas y cuidarlas”.

Finalmente, el Papa Francisco recordó a los pueblos indígenas, “con los que todos tenemos una deuda de gratitud, incluso de penitencia, para reparar el mal que les hemos hecho”, “aquellos movimientos, asociaciones y grupos populares, que se esfuerzan por proteger su territorio con sus valores naturales y culturales”, y que “no siempre son apreciados, a veces, se les obstaculiza, porque no producen dinero, pero en realidad, contribuyen a una revolución pacífica, podremos llamarla la ‘revolución del cuidado’”.

Concluye la catequesis el Santo Padre, recordando que este cuidado es tarea de todo ser humano: “Cada uno de nosotros puede y debe convertirse en un ‘custodio de la casa común’, capaz de alabar a Dios por sus criaturas, de contemplar las criaturas y protegerlas”.

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