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Jr. Estados Unidos 838. Jesús María.
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  • Comentario de la Semana (10 de enero – 14 de enero)

Las bodas de Caná son un signo. Una voz elocuente que indica el final de una perspectiva religiosa que ha caducado. Las vasijas vacías simbolizan una religión que se ha vuelto vacía, superficial y fríamente ritualista. El agua simboliza la ignorancia del hombre ante Dios y la indiferencia ante el dolor humano.
 
Cristo, el hijo de María, trae la novedad del Evangelio que es alegría, que une y convoca a todos en torno a la mesa de la fraternidad, que anuncia una nueva relación con Dios, ya no mediatizada por la Ley, sino inundada por la presencia del Espíritu que se derrama con generosidad.
 
El símbolo de las bodas no solo nos recuerda la vocación a la intimidad con Dios, a la que el hombre está llamado, sino también, la fuerza de una conectividad entre todo lo que existe, necesaria y vital, que se extiende inclusive entre Dios y el ser humano.
 
Dice el Papa Francisco: “Las palabras que María dirige a los siervos «coronan el cuadro nupcial de Caná: ‘Hagan todo lo que Él les diga’. Es curioso: son sus últimas palabras reportadas en los Evangelio: son la herencia que nos entrega a todos nosotros. También hoy la Virgen nos dice a todos nosotros: ‘Hagan todo lo que Él les diga’[1].

P. Guillermo Inca Pereda
Secretario Adjunto de la Conferencia Episcopal Peruana


[1] Papa Francisco, junio 2016






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