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La Iglesia de América Latina da un paso más en el camino sinodal que vive la Iglesia universal, que se concreta en el primero de los 4 encuentros regionales iniciado este 13 de febrero en El Salvador con la participación de representantes de las Conferencias Episcopales de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Panamá.

Un encuentro del Pueblo de Dios, una categoría nacida en el Concilio Vaticano II, como señaló Mons. Miguel Cabrejos en la apertura. El presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam) insistió en “la igualdad de todos por medio de la dignidad bautismal como criterio estructurante para la configuración de la identidad de todos los sujetos eclesiales”. Una eclesiología que tiene como fundamento “la dignidad bautismal compartida y la participación de todos y todas en el sacerdocio común”, destacó el prelado.

El Vaticano II plantea “una nueva hermenéutica inspirada en la lógica del conjunto”, con tres sujetos eclesiales entre los que el más importante es el Pueblo de Dios, donde debe situarse el obispo, lo que supone “una nueva comprensión del modo en que se configuran las identidades de los sujetos eclesiales”, según Mons. Cabrejos.

El Pueblo de Dios sujeto del discernimiento comunitario

El Presidente del CELAM reflexionó sobre el discernimiento comunitario, que “reconoce al Pueblo de Dios como sujeto discerniente”. Todos están llamados a escuchar con atención y discernir en vista del diálogo y del discernimiento, que lleve “a salir del yo aislado con sus ideas y conceptos preferidos hacia la comunión en el nosotros”, como dice el Documento de Aparecida y retoma Evangelii Gaudium.

La escucha es algo inherente a la Iglesia y el discernimiento una actitud y un reto. Un discernimiento personal y comunitario que “requiere una gran apertura interior al Espíritu de Dios, que sopla donde quiere y cuando quiere”, y que está obrando en la historia. Por ello, Mons. Cabrejos destacaba la importancia de la lectura creyente y discernidora de los tiempos, de “mirar con ojos de fe y un corazón discernidor una realidad profundamente marcada por injusticias, divisiones y descartes inhumanos”, como elemento que “nos lleva a tomar conciencia del potencial transformador de la presencia de Dios que también en estas situaciones profundamente chocantes y dolorosas, promete y promueve Vida plena”.

Discernimiento comunitario don de Dios

En palabras del presidente del CELAM, “el discernimiento comunitario de los signos de los tiempos es también una importante expresión de la corresponsabilidad de todos los miembros del Pueblo de Dios en la Iglesia y su misión en el mundo actual”, algo que apareció en la escucha de la Asamblea Eclesial y del actual proceso sinodal. “Un discernimiento personal y comunitario que es don de Dios, que hay que pedir siempre”, insistió el prelado peruano, destacando cómo esa es una actitud presente en la Iglesia de América Latina y el Caribe.

En ese sentido, Mons. Cabrejos resaltó que “la práctica del discernimiento en comunidad es imprescindible para crecer en sinodalidad y para realmente caminar juntos en nuestra Iglesia”, haciendo ver la necesidad de “aprender el arte del discernimiento en comunidad para poder avanzar”. En esa dinámica tiene un papel destacado el desborde del amor creativo del Espíritu, que “nos impulsa a ser una Iglesia sinodal que como tal no debe estar preocupada por su autopreservación sino ser capaz de salir para anunciar el Evangelio”.

Sinodalidad no es concepto y sí una vida a vivir

La sinodalidad, el camino de la Iglesia en el siglo XXI, “no es un concepto a estudiar, sino una vida a vivir”, recalcó Mons. Cabrejos. Algo que ve como una acción del Espíritu Santo, lo que demanda “permanecer abiertos al Espíritu para que nos dirija en el proceso de escuchar, discernir y caminar juntos hacia el Reino de Dios”.

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Finalmente, el presidente del episcopado peruano destacó la importancia de poder “contextualizar el tema de la sinodalidad en todos los niveles”, haciendo ver que “en cada nivel, la sinodalidad debe adaptarse a un contexto específico, siempre que se sitúe en el telón de fondo de la Comunión, de la Participación y la Misión”. También a nivel continental, pues eso permitirá “enriquecer su propia identidad como Iglesia, contextualizar la sinodalidad dentro de la Iglesia y hacer de la sinodalidad una realidad verdaderamente auténtica en la vida diaria de su Iglesia”. Eso para buscar hacer que la voz de América Latina y el Caribe “se escuche en el mundo como Continente” y para escuchar “su propia voz en su propio suelo sobre lo que quiere para sí misma”.

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