- Comentario de la Semana [02 de agosto – 06 de agosto]
El Evangelio es siempre un camino de luz. Nos invita a comprometernos con el anuncio del Reino de los Cielos; nos recuerda el poder sanador que recibe la Iglesia del mismo Jesús, para ponerlo al servicio de los humildes; nos desafía a ser constructores de paz, hermandad y amistad social.
Nuestro Continente ha “escuchado” la voz del Espíritu y ha grabado en su alma que ser cristiano es ser discípulo misionero. Así lo enfatiza Aparecida: “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo.” (DA 29). Este encargo de Jesús, para anunciar el Reino, “no es una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana, porque es la extensión testimonial de la vocación misma”. (DA 144).
Recordemos lo que, al inicio de su Pontificado, decía el Papa Francisco: “Yo sueño con una Iglesia madre y pastora … como el Buen Samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo … Las reformas organizativas y estructurales son secundarias … La primera reforma debe ser la de las actitudes” (Francisco, 2013). Una Iglesia samaritana sigue la misión de los Apóstoles: curar y sanar el cuerpo y el espíritu, como les encomendó el Señor, para devolverle al que sufre la alegría, la esperanza y un mundo sin exclusiones donde reine el amor.
P. Guillermo Inca Pereda
Secretario Adjunto de la Conferencia Episcopal Peruana