Cada 23 de agosto, la Iglesia Católica celebra de manera universal a Santa Rosa de Lima (1586-1617), patrona de Perú, América y Filipinas. Sin embargo, en Perú, su país natal, el día festivo para celebrarla es el 30 de agosto, en conmemoración a la Primera Santa de América que desde temprana edad decidió consagrar su vida a Dios y a la atención de los enfermos y niños.
BIOGRAFÍA
El siglo XVI iba a alcanzar su punto medio, cuando en 1548 Gaspar Flores, para unos nacido en Puerto Rico, para otros en Baños de Montemayor (Cáceres), se avecina en Lima, doce después de que el trujillano Francisco Pizarro, un 18 de enero, funde la Ciudad de los Reyes, Lima. Andrés Hurtado de Mendoza es el virrey, y le hace arcabucero en la guardia de su palacio. Nueve años después, en 1557, Gaspar celebra bodas con una limeña, María de Oliva, con la que tendrá trece hijos. Rosa Santo Toribio De Mogrovejo (1538-1606) Lienzo ubicado en la Conferencia Episcopal Peruana E 22 es la cuarta de los supervivientes. 1586 es el año en que se remata la cúpula de S. Pedro de Roma, y nace en Lima, el 20 de abril, siendo papa Sixto V, la santa de América. “No le podía faltar a la ciudad de los Reyes -dice Clemente X al canonizarla- la estrella luminosa que guiará hacia Cristo, Señor y Rey de reyes”.
En la parroquia de S. Sebastián la bautizan el 25 de mayo, Domingo de Pentecostés, y el Espíritu Santo se apodera de ella. La gracia bautismal que dormita durante mucho tiempo en otros niños, desencadena en Rosa el dinamismo prodigioso que la lleva, como Teresita a los tres años, “a no negar nada a Dios”. Isabel es el nombre que, en recuerdo de su abuela, le dan al cristianarla, pero no le durará mucho.
Las primeras en llamarla Rosa fueron la india Mariana, que muy joven entró al servicio de María, y dos niñas que frecuentaban la casa. Un día, al contemplarla en la cuna exclamaron: “¡Ay! ¡Qué linda es esta niña! ¡Parece una rosa!”.
Atraída por el ejemplo de Santa Catalina de Siena, quiere vivir también su matrimonio espiritual con Jesús cuando le entregó en arras un anillo invisible para todos y sólo visible para ella; Rosa quería tener también su anillo que le recordase el día de su boda y se lo dijo a Hernando, quien se lo encargó a un platero. El jueves Santo lo llevó a Sto. Domingo pidiéndole al sacristán lo colocase en la urna en que el Santísimo Sacramento iba a ser expuesto. La santa le veló hasta los Oficios del día siguiente como preparación a su boda el Domingo de Pascua. El 26 de marzo, acabada la Misa solemne, se celebró otra y el sacerdote, sin que nadie lo advirtiese como deseaba ella, puso en sus dedos el anillo, símbolo del matrimonio espiritual que anticipa en la tierra las bodas eternas.
Todavía niña su “juego” preferido era rezar y hacer pequeñas penitencias (dormía sobre piedras y tablas). Aprendió a leer y escribir y todas las labores domésticas (costura, bordado, tejido) que eran una fuente de recursos, como también a cantar; llegó a tocar el arpa, la vihuela y la cítara. Su madre deseaba para su hija un casamiento ventajoso, pero Rosa deseaba el silencio y el recogimiento. Posteriormente piensan en que se haga monja de clausura: ella se resiste y dice que quiere ser laica consagrada como santa Catalina de Siena. El 10 de agosto de 1606 viste el hábito 23 de terciaria dominica, emite votos privados de pobreza, castidad y obediencia y vive como religiosa en el hogar paterno.
En el huerto de su casa construye una pequeña celda donde pasa los días dedicada a la oración, a la lectura y al bordado. Sale de su casa sólo para asistir a Misa y visitar hospitales, a pobres, a esclavos enfermos. Tiene muchas experiencias místicas (Jesucristo se le aparece en forma de niño frecuentemente). En los últimos años sufre una larga enfermedad, en la cual dice a menudo: “Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor”. Antes de morir le pide perdón por todos los pecados a cada uno de los de su casa. Muere exclamando “Jesús, Jesús sea conmigo” el 24 de agosto de 1617 a los 31 años de edad. Canonizada en 1671 por Clemente X y proclamada patrona de América y de Filipinas; su cuerpo descansa en el convento de Santo Domingo de Lima.
El Catecismo de la Iglesia Católica recoge dos momentos de la vida de nuestra santa, tomados de la primera biografía, la del P. Hansen, publicada en Lovaina en 1668. El primero alude a su vida de gozosa cruz: “Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo” (CIC n.618); el segundo, referido a su amor por los pobres: “ El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, Santa Rosa de Lima le contestó: “Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús” (CIC n. 2449). El Santo Padre Benedicto XVI destacó en la audiencia del 20 de agosto de 2008 la figura de Santa Rosa leyendo unas palabras de la misma: “Si los hombres supieran qué es vivir en gracia, no se asustarían de ningún sufrimiento y aguantarían con gusto cualquier pena, porque la gracia es fruto de la paciencia”.