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Por Paola Calderón Gómez 

«Llamados por el espíritu a la conversión», al cambio, la transformación interior, esa que opera adentro y se hace visible en las relaciones, los procesos y vínculos que nos mueven a formar e integrar un pueblo de discípulos misioneros. Así podría definirse en líneas generales la estructura del documento final del sínodo sobre la sinodalidad.

“Viviendo la conversación en el Espíritu, escuchándonos unos a otros, hemos percibido su presencia en medio de nosotros: la presencia de aquel que, donando el Espíritu Santo, sigue suscitando en su Pueblo una unidad que es armonía de las diferencias”, afirman.

Se trata del resultado de un trabajo iniciado en 2021 y que durante el último mes convocó a la asamblea sinodal para adelantar su segunda sesión, un esfuerzo tan fuerte como lleno de frutos. “Desde que el Santo Padre inauguró este Sínodo en 2021, nos hemos embarcado en un viaje cuya riqueza y fecundidad vamos descubriendo cada vez más”, reiteran los miembros de la asamblea.

La espiritualidad sinodal

El documento consta de cinco apartados y no en vano parte de un tema de especial trascendencia en el pontificado del Papa Francisco: el corazón de la sinodalidad, porque a diario actuamos, proponemos y asumimos compromisos desde el corazón, porque si entendemos la raíz, las motivaciones y las fuentes de inspiración, podemos vivirlas y compartirlas con otros.

Así entendiendo la Iglesia como pueblo de Dios y sacramento de unidad, el texto analiza en el primer capítulo las raíces sacramentales que definen a ese pueblo de Dios, categoría que ya no se restringe al laicado, sino que se extiende a la Iglesia toda. Aspecto que determina su significado y establece las dimensiones de una sinodalidad que estamos invitados a comprender y vivir, asumiendo la unidad como principio de la armonía, superando ese costumbrismo que normaliza las prácticas excluyentes, para arriesgarse a vivir una verdadera espiritualidad sinodal que responda a la realidad y se constituya en una profecía social en la que no existan límites, ni objetos de juicio, solo una profunda convicción de acogida, un deseo formal de que la puerta se abra para todos sin excepción.

Senda que ciertamente los miembros de la asamblea sinodal, saben que será imposible transitar en soledad, por lo que el documento no es ajeno a la necesidad de abandonar el individualismo y superar el intimismo que desplaza al diferente, una prioridad que de forma implícita recuerda con el título del segundo apartado «En el barco, juntos» frase que de inmediato nos traslada al icónico momento de oración del Papa Francisco en medio de la pandemia, la Statio Orbis del 27 de marzo de 2020 «Todos estamos en el mismo barco» y «nadie se salva solo».

Nuevas relaciones

Más allá de las consignas, está como fruto de este camino sinodal, la aceptación de una realidad en la cual la Iglesia se replantea la tarea, la urgencia de iniciar un camino o mantenerlo, porque la historia sí que demostró que nada nos hace diferentes ante Dios, por lo que resulta oportuno reconocer la importancia de purificar las relaciones, las que se establecen entre hombres y mujeres, entre la Iglesia y los creyentes, la Iglesia y el mundo. Relaciones que se entretejen a diario, causa de preocupación de una Iglesia constitutivamente sinodal.

“En los días que llevamos reunidos en esta Asamblea, muchas, demasiadas noticias han seguido causando muerte y destrucción, deseo de venganza y pérdida de conciencia”, advierten.

Las nuevas relaciones propias de una Iglesia sinodal surgen y se fortalecen en la conciencia de la dignidad bautismal, la que nos une sin miedo a la pluralidad de los contextos, los carismas, las vocaciones y los ministerios que existen para la misión a la que todos servimos y que en el caso de los ministros ordenados, se plantea dentro del documento como un servicio que aporta a la construcción de la armonía, la causa que nos hace hermanos.

Convocados y enviados se nos invita en la tercera parte del texto a echar la red, abordando la conversión de los procesos que se inicia con el discernimiento eclesial y comunitario que cumple con la tarea de iluminar la articulación de los procesos que decididamente ayudarán a tomar decisiones transparentes, responsables y con las suficientes herramientas para calificar los resultados y alcances de las iniciativas pastorales. Además, porque en gran medida la experiencia de la sinodalidad se fortalece con el concurso de los organismos de participación.

“Paso a paso, hemos comprendido que en el corazón del Sínodo 2021-2024, para una Iglesia sinodal. Comunión, participación, misión hay una llamada a la alegría y a la renovación de la Iglesia en el seguimiento del Señor, en el compromiso al servicio de su misión, en la búsqueda de caminos para serle fiel”, agregan.

La renovación en todo y con todos

Sin desconocer los abundantes frutos del proceso, en el cuarto apartado del documento final del Sínodo los autores profundizan en la conversión de los vínculos, entre los que aparece la condición arraigada del peregrino, el inevitable intercambio de regalos o dones que nos enriquecen y los lazos que deben ser considerados para hacer operativa esa búsqueda continua de razones que sostenfan y profundicen en la unidad.

Es decir son aquellos vínculos que se establecen con organismos como las conferencias episcopales y las asambleas eclesiales, además del servicio del Obispo de Roma, tema que fue ampliamente analizado desde la reflexión teológica y pastoral de las últimas semanas.

La quinta parte del documento se titula «yo también os envío» y se refiere a  la formación para la misión porque se sabe que “el proceso sinodal no termina con el final de la actual Asamblea del Sínodo de los Obispos”, sino que incluye una fase de implementación.

“Como miembros de la Asamblea, sentimos que es nuestra tarea comprometernos en su animación como misioneros de la sinodalidad dentro de las comunidades de las que procedemos”, lo que exigirá el conocimiento de herramientas conceptuales y prácticas que hacen de su propuesta ese banquete para todos los pueblos con el que cierra el documento y plantea esa disposición a comprender todo lo que emerge del proceso sinodal, pero que se origina desde el interior de cada uno, libertad para ser, optar y aportar a la construcción de la Iglesia sinodal, la que se halla en búsqueda continua, escucha y los valora a todos hallando cada día motivos para la búsqueda del bien común.

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