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Este Viernes Santo, día en el que la Iglesia recuerda la crucifixión y la muerte de Jesús, el Papa Francisco presidió la celebración de la Pasión del Señor en una Basílica de San Pedro vacía, sin la presencia de fieles a causa de la pandemia del coronavirus que ha forzado el aislamiento de millones de personas en todo el mundo.

El encargado de pronunciar la Homilía fue el Padre Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, quien citando las palabras de San Gregorio Magno, «la Escritura crece con quienes la leen» (cum legentibus crescit), recordó que hoy todos los cristianos leemos el relato de la Pasión con una pregunta en el corazón, «más aún, con un grito», que se eleva por toda la tierra y que por lo tanto, «debemos tratar de captar la respuesta que la palabra de Dios le da».

La pandemia nos ha despertado del delirio de la omnipotencia

«Lo que acabamos de escuchar es el relato del mal objetivamente más grande jamás cometido en la tierra», dijo el padre Raniero sugiriendo que podemos mirarlo desde dos perspectivas diferentes: de frente o por detrás, es decir, por sus causas o por sus efectos:

En este sentido, el fraile capuchino subrayó que uno de esos efectos que emanan del sacrificio de Jesús, es que su cruz «ha cambiado el sentido del dolor y del sufrimiento humano… de todo sufrimiento, físico y moral. Ya no es un castigo, ni una maldición. Ha sido redimida en raíz desde que el Hijo de Dios la ha tomado sobre sí».

Asimismo, el padre Raniero hizo hincapié en que Jesús murió por todos y no solo por los que tienen fe, con lo cual el plan de Salvación de Dios fue pensado para toda la humanidad, sin excluir a nadie.

En alusión al actual contexto de sufrimiento e incertidumbre que viven millones de personas en todo el mundo, recluidas en sus hogares cumpliendo con la cuarentena para evitar que se siga extendiendo el coronavirus, el Predicador de la Casa Pontificia lanza una pregunta: ¿Cuál es la luz que todo esto arroja sobre la situación dramática que está viviendo la humanidad?

Dios participa de nuestro dolor para vencerlo

Igualmente, en su homilía, el padre Raniero puntualizó que en medio de esta pandemia, «¡Dios es aliado nuestro, no del virus!»… «Tengo proyectos de paz, no de aflicción», nos dice Él mismo en la Biblia (Jer 29,11). 

El que lloró un día por la muerte de Lázaro llora hoy por el flagelo que ha caído sobre la humanidad. Sí, Dios «sufre», como cada padre y cada madre. Un día, nos avergonzaremos de todas las acusaciones que hicimos contra Él en la vida. Dios participa en nuestro dolor para vencerlo. «Dios —escribe san Agustín—, siendo supremamente bueno, no permitiría jamás que cualquier mal existiera en sus obras, si no fuera lo suficientemente poderoso y bueno, para sacar del mal mismo el bien».

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