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Como cada año, este 23 de marzo la Iglesia Católica recuerda a Santo Toribio de Mogrovejo, declarado por Juan Pablo II como Patrono del Episcopado Latinoamericano. En el Perú, la Fiesta del “Santo Padre de América” Toribio se celebra el 27 de abril, día de la traslación de sus reliquias desde Zaña hasta la Ciudad de los Reyes. 

Santo Toribio es recordado por defender a los nativos y esclavos explotados durante la colonia española en América y convocó numerosos sínodos y concilios que trajo buenos frutos en el Virreinato del Perú, como la independencia de la Iglesia del poder civil.

Asimismo, confirmó a Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres, San Juan Macías y contó con el apoyo del misionero San Francisco Solano.

BIOGRAFÍA

Toribio Alfonso de Mogrovejo nació en España hacia el 1538. Estudió derecho y fue profesor en la Universidad de Salamanca. Siendo laico, el rey Felipe II lo nombró principal juez de la Inquisición en Granada.

Por sus cualidades humanas y su virtud, el rey lo propuso al Papa Gregorio XIII como Arzobispo de Lima, que en ese entonces comprendía gran parte de Sudamérica Hispana. Aunque, humildemente, Santo Toribio rechazó dicha oferta, con dispensa papal recibió las órdenes menores y mayores, siendo consagrado Obispo en 1580.

Durante su vida pastoral, se embarcó para américa y al llegar al Perú de inmediato se preocupó por restaurar la disciplina eclesiástica y se enfrentó abiertamente a los conquistadores, personas de poder y sacerdotes que habían cometido o permitido abusos contra los nativos.

Su solidaridad hacia los más desprotegidos hizo que fuera perseguido por el poder civil y que lo calumniaran, pero él siguió en su defensa por los pobres, argumentando que a quien siempre se debía tener contento es a Cristo y no al Virrey.

Exhortó a construir iglesias, conventos, hospitales y abrió el primer seminario en América Latina, que se mantiene hasta hoy. Estudió las lenguas y dialectos locales para poder estar más cerca de sus fieles y comunicarse con ellos, lo que favoreció en el incremento de las conversiones.

Con el fin de llevar el Evangelio a todos los rincones del continente, viajó por lejanas ciudades y lugares, caminando o montado a caballo, muchas veces solo y exponiéndose a las enfermedades y peligros. Cierto día se le acercó un mendigo y como no tenía qué darle, le entregó sus camisas.

Además, Convocó tres concilios o sínodos provinciales y se ordenó imprimir el catecismo en quechua y aymara. Además celebró trece sínodos diocesanos que ayudaron al cumplimiento de las normas del Concilio de Trento y a la independencia de la Iglesia del poder civil.

A sus 68 años, Santo Toribio cayó enfermo y partió a la Casa del Padre el Jueves Santo del 23 de marzo de 1606. En su testamento dejó a sus empleados sus efectos personales y a los pobres, el resto de sus propiedades. San Juan Pablo II lo declaró Patrono del Episcopado Latinoamericano.

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