El presidente de la Conferencia Episcopal Peruana cerró la Puerta Santa de la Catedral de San Pedro haciendo un llamado urgente a desterrar el odio y todo tipo de violencia como el sicariato. También anunció un año de gracia por los 30 años de la Diócesis de Lurín y los 300 años de Santo Toribio de Mogrovejo.
La Diócesis de Lurín clausuró el Año Jubilar “Peregrinos de la Esperanza” con una solemne Eucaristía presidida este domingo 28 de diciembre por Monseñor Carlos García Camader, Obispo de Lurín y Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana. Ante los fieles y grupos eclesiales de los diversos distritos de Lima Sur, el prelado analizó los frutos de este tiempo de gracia y vinculó la esperanza cristiana con los desafíos sociales del país, proponiendo la figura misionera de Santo Toribio de Mogrovejo como el gran referente espiritual para el año 2026.
Al iniciar su mensaje, Monseñor García Camader saludó a los fieles de Lima Sur, resaltando que el fin de este tiempo jubilar representa el cierre de un periodo de gracia y bendición que el Señor ha regalado a través del año de la esperanza. Explicó que el jubileo ha sido un llamado a abrir las puertas para perdonar, sanar las heridas del corazón e interceder por los demás, tanto por los vivos como por los difuntos que necesitan de la oración comunitaria.
Hoy el jubileo de la esperanza nos ha recordado que no caminamos solos, que Dios no abandona a su pueblo, y que incluso en medio de un mundo herido, cansado y dividido, la esperanza cristiana sigue siendo esa luz encendida que tiene un solo nombre: Jesús. Y, por eso, una esperanza verdaderamente cristiana que no es ingenua, sino una esperanza que nace de un niño de Belén que nos lleva de la mano a la cruz y de la cruz a la resurrección, resaltó.
Advirtió que no se puede desligar este camino de la fidelidad a Cristo, a pesar de que a veces las cobardías o los miedos humanos intenten prevalecer. “Lleven lo que han recibido, porque ahora las puertas santas de este año de la esperanza se vuelven a abrir en nuestros corazones, y el jubileo está llamado a continuar en lo cotidiano de nuestras vidas, llevando como modelo el reto de Santo Toribio”, dijo.
El ejemplo de Santo Toribio
En este sentido, propuso a Santo Toribio de Mogrovejo como el gran modelo a seguir. Santo Toribio fue un misionero que, abierto a Dios, convirtió el camino de la cruz en un camino de esperanza que abrió al mundo entero y, de manera especial, al Perú con su propia vida y peregrinajes. “Qué fácil es levantar un muro y qué difícil es construir un puente. Por eso, hoy nos toca seguir viviendo en este reto: abramos donde estemos las puertas de la escucha paciente, así como San José nos enseña a aprender a escuchar a Dios en la oración”, señaló.
La homilía también recordó que este jubileo fue preparado con un clima de oración durante los años 2024 y 2025 para entender que la esperanza es un camino de confianza absoluta en Dios, quien promete la vida eterna. Monseñor instó a la comunidad a no tener miedo, pues aunque humanamente los temores se apoderen de las personas, Jesús enseña que estos se vencen con la obediencia, la docilidad y la confianza. Citando a San Pablo, pidió que la convivencia en las parroquias sea amable y cortés, tratando de convivir como personas civilizadas, abriendo el corazón y los pies para tener disponibilidad como misioneros de la esperanza.

Desterrar el odio y la violencia del país
Un punto crítico del mensaje fue la denuncia sobre el rencor que se ha hecho costumbre en las sociedades actuales. Monseñor García Camader lamentó que mucha gente esté llena de sentimientos negativos, recordando constantemente las heridas recibidas y mostrándose incapaces de perdonar. Afirmó que el odio está presente en todos los ambientes y circunstancias, y que el fruto de este año de esperanza debe ser sanar el corazón de esos rencores que dañan a la familia y a la sociedad. Invocó a los fieles a abrirse a la compasión ante el sufrimiento del que se tiene más cerca y a elegir siempre responder con amor en lugar de dureza.
Vemos la violencia, vemos los odios y hasta el sicariato como fruto de una forma de responder con dureza y no con amor. Trabajemos juntos y comprométanse a luchar contra el odio, el rencor y la envidia; si no, seguirá habiendo sicariato a todos los niveles, expresó.
El prelado vinculó directamente la violencia y el sicariato que afectan al país con la falta de perdón y amor. Criticó la mentalidad de responder a una ofensa con otra, señalando que el sicariato es el fruto de una forma de responder con odio. Pidió a los fieles comprometerse a trabajar contra el rencor, la envidia y la pereza, advirtiendo que de lo contrario el mal seguirá manifestándose a todos los niveles, incluso dentro de la misma Iglesia. El amor, recordó, tiene una sola medida que es Jesucristo, y solo desde su corazón se puede juzgar al mundo con verdadera autoridad.
Dirigiéndose a los sacerdotes y religiosos, el Obispo pidió que se abran al amor de Dios para que el pueblo lo sienta y lo perciba en cada Eucaristía y gesto sacerdotal. Pidió que no sean ariscos ni distantes, sino sinceros y rectos de corazón, capaces de dar testimonio de su amor a Dios a través de los demás. También advirtió contra la búsqueda de reconocimientos humanos, calificándolos de efímeros y volátiles, e invitó a todos a vivir con alegría y dulzura, recordando que el tiempo en la tierra es corto y debe aprovecharse para saborear la gracia divina antes de la eternidad.

Al referirse al cierre de la Puerta Santa, el Obispo aclaró metafóricamente que, aunque el rito concluya, las puertas de las casas y del corazón deben permanecer abiertas para el prójimo. Pidió que cada parroquia sea una casa de puertas abiertas donde se dé testimonio de Cristo con paz y generosidad. Recordó la importancia de soñar como San José, escuchando el mensaje de Dios en las diversas circunstancias de la vida.
La clausura del jubileo también sirvió para inaugurar el tiempo de acción de gracias por los 30 años de la Diócesis de Lurín. Monseñor rindió homenaje a Monseñor Germán Schmitz, quien preparó el camino para la creación de esta diócesis con gran estima. Reconoció que todos son responsables de construir la Iglesia en Lima Sur y criticó la tendencia a juntar firmas solo para reclamar, invitando más bien a dar gracias por los sacramentos y la vida de gracia recibida.
Este año es un año de gracia: 30 años de nuestra diócesis y 300 años de la canonización de Santo Toribio y de San Francisco Solano. Pocas veces damos gracias por lo que tenemos y por lo que Dios nos da en la Eucaristía, en los sacramentos y en la vida de gracia en nuestra diócesis, comentó.
Hacia un 2026 de gracia
El año 2026 se presenta como un periodo de celebraciones significativas para la región, con el aniversario diocesano y los 300 años de la canonización de Santo Toribio de Mogrovejo y San Francisco Solano. Monseñor instó a vivir este tiempo con esperanza y santidad, fortaleciendo la comunión dentro de la diversidad. Puso como ejemplo al Padre Jorge, resaltando que la esperanza es lo que permite caminar cada día con ganas de alcanzar la eternidad.
Un anuncio de gran alegría para la comunidad fue la confirmación de las próximas ordenaciones sacerdotales que se realizarán en enero. El Obispo aprovechó este anuncio para interpelar a los jóvenes que sienten el llamado, pero tienen miedo de responder. Con valentía, Mons. García señaló: “Quizás alguno dice que falta un nombre, sí, el tuyo; el que por miedo no le dijo sí al Señor y se negó a seguir el llamado de Dios. Si no te has muerto todavía estás a tiempo; anda por ese camino que el Señor te llama y respóndele con generosidad como María y como José”.

En el contexto del Día de la Sagrada Familia, el obispo hizo una fuerte defensa del matrimonio y del núcleo familiar. Exhortó a quienes conviven a recibir catequesis para casarse y formar familias católicas bendecidas. Señaló que una sociedad con futuro pasa necesariamente por la familia y que quien no la defiende pone en peligro a la nación. Puso como ejemplo a San José, un padre responsable que defendió a su familia del peligro.
Finalmente, Monseñor Carlos García Camader propuso a la Virgen María como el modelo perfecto de esperanza y fortaleza. Destacó su capacidad de permanecer de pie al pie de la cruz, comparándola con las madres fuertes que sostienen a sus hijos en medio de la enfermedad.
Hagan como María, que recibió el llamado y no puso excusas, sino que dijo: ‘Hágase en mí según tu palabra’. Ahí está el secreto de la auténtica felicidad y de la auténtica vida en libertad, pues no es tanto lo que yo haga, sino lo que yo sea como testigo de lo que Dios puede hacer a través de mi vida”, finalizó.