Un total de 192 obispos procedentes de los cinco continentes, nombrados a lo largo del último año, fueron recibidos este jueves 11 de septiembre por el Papa León XIV en el Vaticano. Luego de haber participado durante una semana en el curso de formación organizado por la Santa Sede, los nuevos prelados escucharon con atención las palabras del Santo Padre y, posteriormente, tuvieron la oportunidad de entablar un diálogo fraterno con él.
“El don que han recibido no es para ustedes mismos, sino para servir a la causa del Evangelio. Han sido elegidos y llamados para ser enviados, como apóstoles del Señor y como servidores de la fe”, enfatizó el Pontífice al inicio de su discurso.
El Papa León XIV también subrayó que “el obispo es siervo” y que “está llamado a servir la fe del pueblo”.
Un servicio con libertad interior
Sin embargo, precisó que este servicio no es una característica externa o una “manera de ejercer el rol”, sino que Dios “les pide la libertad interior, la pobreza de espíritu y la disponibilidad al servicio que nace del amor, para encarnar la misma elección de Jesús, que se hizo pobre para enriquecernos”.
Al recordar que Jesús debió “intervenir como un médico” para sanar a los apóstoles de sus ansias de grandeza, el Papa pidió a los nuevos obispos “que estén siempre vigilantes y que caminen en la humildad y oración, para hacerse servidores del pueblo al que el Señor los envía”.
Al reflexionar sobre el significado de ser servidores de la fe del pueblo, el Pontífice advirtió que “no basta sólo la conciencia de que nuestro ministerio está enraizado en el espíritu de servicio, a imagen de Cristo”.
“Debe también traducirse en el estilo del apostolado, en las diversas formas del cuidado y del gobierno pastoral, en el anhelo del anuncio, en modos tan diversos y creativos según las situaciones concretas que se encuentren afrontando”, indicó.

Pasión y coraje del anuncio ante la crisis de fe
También exhortó a los nuevos obispos “a redescubrir la pasión y el coraje para un nuevo anuncio del Evangelio”, especialmente ante la crisis de la fe y de su transmisión, así como las dificultades relativas a la pertenencia y la práctica eclesial.
El Santo Padre enumeró otros desafíos, como aquellas personas que están lejos de la fe y se abren a una nueva búsqueda de espiritualidad, “que a veces no encuentra lenguajes ni formas adecuadas en las propuestas pastorales habituales”.
También citó el drama de la guerra y de la violencia, “los sufrimientos de los pobres, la aspiración de muchos a un mundo más fraterno y solidario, los desafíos éticos que nos interpelan sobre el valor de la vida y de la libertad”.
En este contexto, reiteró que la Iglesia envía a los obispos “como pastores solícitos, atentos, que saben compartir el camino, las preguntas, las angustias y las esperanzas de la gente; pastores que desean ser guías, padres y hermanos para los sacerdotes y para las hermanas y hermanos en la fe”.
Finalmente, el Papa León XIV les aseguró sus oraciones “para que nunca les falte el soplo del Espíritu y para que la alegría de su ordenación, como un suave perfume, pueda difundirse también sobre aquellos a quienes van a servir”.