La Iglesia Católica acaba de reiterar una vez más que “la eutanasia es un crimen contra la vida humana”, y que “toda cooperación formal o material inmediata a tal acto es un pecado grave”, pues “ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirlo”.
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Así lo afirma la Carta Samaritanus Bonus (Buen Samaritano) de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida, aprobada por el Papa Francisco el pasado mes de junio y presentada este 22 de septiembre de 2020 en la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
El texto, junto con la figura del Buen Samaritano, ofrece una breve referencia a la del Cristo sufriente, testigo partícipe del dolor físico, de la experiencia de la precariedad e incluso de la desolación humana, que en Él se convierte en un confiado abandono al amor del Padre. Esta carta es “un documento necesario”, según ha declarado el Cardenal Luis Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ante las nuevas normas y leyes cada vez más permisivas sobre la eutanasia, el suicidio asistido y las disposiciones sobre el final de la vida.
Cabe mencionar que son ocho los países en los que la eutanasia o el auxilio al suicidio son legales: Australia, Luxemburgo, Holanda, Bélgica, Suiza, Canadá, Estados Unidos (en algunos estados) y Colombia. Asimismo, los parlamentos de España y Portugal debaten leyes de eutanasia y Nueva Zelanda la someterá a referéndum.
No al ensañamiento terapéutico
El documento explica que “tutelar la dignidad del morir significa tanto excluir la anticipación de la muerte como el retrasarla con el llamado ‘ensañamiento terapéutico’”, que es posible gracias a los medios de la medicina moderna, que es capaz de «retrasar artificialmente la muerte, sin que el paciente reciba en tales casos un beneficio real».
La renuncia a los medios extraordinarios y desproporcionados expresa, por lo tanto, la aceptación de la condición humana frente a la muerte. Pero la alimentación y la hidratación deben estar debidamente garantizadas porque «un cuidado básico debido a todo hombre es el de administrar los alimentos y los líquidos necesarios». Entre los cuidados paliativos, que nunca pueden incluir la posibilidad de eutanasia o de suicidio asistido, el documento también incluye la asistencia espiritual al paciente y a su familia.
Ayudar a las familias
En el tratamiento es esencial que el paciente no se sienta una carga, sino que «tenga la cercanía y el aprecio de sus seres queridos. En esta misión, la familia necesita la ayuda y los medios adecuados». Por consiguiente, es necesario, dice la carta, que los Estados “reconozcan la función social primaria y fundamental de la familia y su papel insustituible, también en este ámbito, destinando los recursos y las estructuras necesarias para ayudarla”.
Cuidados en edad prenatal y pediátrica
Desde su concepción, los niños que sufren malformaciones o patologías de cualquier tipo «son pequeños pacientes que la medicina hoy es capaz de asistir y acompañar de manera respetuosa de la vida». La Carta explica que «en el caso de las llamadas patologías prenatales ‘incompatibles con la vida’ – es decir que seguramente lo llevaran a la muerte dentro de un breve lapso– y en ausencia de tratamientos capaces de mejorar las condiciones de salud de estos niños, de ninguna manera son abandonados en el plano asistencial, sino que son acompañados hasta la consecución de la muerte natural» sin suspender la nutrición y la hidratación.
Sedación profunda
Para aliviar el dolor del paciente, la terapia analgésica usa drogas que pueden causar la supresión de la conciencia. La Iglesia «afirma la licitud de la sedación como parte de los cuidados que se ofrecen al paciente, de tal manera que el final de la vida acontezca con la máxima paz posible». Esto también es cierto en el caso de los tratamientos que «anticipan el momento de la muerte (sedación paliativa profunda en fase terminal), siempre, en la medida de lo posible, con el consentimiento informado del paciente».
Estado vegetativo
Siempre es engañoso «pensar que el estado vegetativo, y el estado de mínima consciencia, en sujetos que respiran autónomamente, sean un signo de que el enfermo haya cesado de ser persona humana con toda la dignidad que le es propia”. Incluso en este estado de “falta persistente de consciencia, el llamado ‘estado vegetativo’, y la del enfermo en estado ‘de mínima consciencia’”, el enfermo “debe ser reconocido en su valor y asistido con los cuidados adecuados”, y tiene derecho a la alimentación y la hidratación.
Objeción de conciencia
Por último, la carta pide posiciones claras y unificadas sobre estos temas por parte de las iglesias locales, invitando a las instituciones sanitarias católicas a dar testimonio, absteniéndose de comportamientos «de evidente ilicitud moral».
Es importante que los médicos y los trabajadores de la salud se formen en el acompañamiento cristiano de los moribundos, como han demostrado los recientes acontecimientos dramáticos relacionados con la epidemia de Covid-19. En cuanto al acompañamiento espiritual y sacramental de quien pide la eutanasia, «es necesaria una cercanía que invite siempre a la conversión», pero «no es admisible ningún gesto exterior que pueda ser interpretado como una aprobación de la acción eutanásica, como estar presentes en el instante de su realización».