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Lima, Perú.

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Por el Arzobispado de Lima

Este miércoles 18 de octubre, una marea humana acompañó al Señor de los Milagros en su segundo recorrido procesional por las calles de nuestra ciudad. Durante la Eucaristía presidida por Monseñor Carlos Castillo en exteriores del Santuario de Las Nazarenas, se compartió el saludo y la bendición del Papa Francisco dirigido a todo el pueblo peruano: «Los bendigo, estoy cerca de ustedes. Y no se olviden: Caminando con Cristo hacia una Iglesia sinodal».

En su homilía, el arzobispo de Lima explicó que el gesto de la procesión es una oportunidad para mirar al Señor y dejarnos fecundar por su amor. «Todos recordemos que el Señor va todos los días en nuestro camino. Aprendamos a reconocerlo en nuestras vidas y en las relaciones humanas, en nuestras liturgias y misas en comunidades, pero, sobre todo, en la vida de todos».

Aún no amanecía y miles de personas ya estaban congregadas en la Avenida Tacna para aguardar la salida de la Imagen del Cristo Moreno. Al promediar las 6 de la mañana, la histórica efigie del Señor de los Milagros se asomó por las puertas del Santuario de Las Nazarenas y fue llevada por los miembros de la Hermandad entre vítores, cánticos y aplausos.

En ese clima de gran fervor, Monseñor Castillo ofició la Santa Misa acompañado de sus obispos auxiliares, clero de Lima, seminaristas y Pueblo de Dios. «Un año más venimos a unirnos en el Señor, el Señor de los Milagros, que nos acompaña en nuestra historia y al que le agradecemos siempre el llamarnos, el permitirnos mirarlo para poder ser engendrados», fueron las primeras palabras del prelado.

Jesús es una persona normal, como nosotros.

Recordando las palabras que Francisco nos dedicó hace un año, el arzobispo de Lima afirmó que «lo que más sorprende de Jesús es que es una persona normal» que «ha vivido como nosotros». Esta revelación supuso un cambio importante en la historia de la religión de Israel, habituada a vivir separados por las jerarquías y élites de pequeños grupos dominantes:

«Jesús remece completamente el orden tan jerárquico y puntilloso que se había creado entre los hebreos. Es verdad que todos necesitamos vivir con autoridad y respeto, pero eso no significa que convirtamos el mundo en una especie de tiranía de pocos», agregó.

Este sentido de cercanía y compañía que tiene Jesús con la humanidad es algo que aún no hemos terminado de comprender, señaló el Primado del Perú, sobre todo, cuando exageramos las cosas y nos volvemos «leguleyos y legalistas», alejando a la gente de Dios y alejándonos también de Él con «una serie de trabas y normas» que nos impiden vivir a Cristo en la vida cotidiana.

Elevar al Señor, mirarlo y dejarnos flechar por su amor

Cuando miramos al Señor somos engendrados, por eso, hacemos el gesto de levantarlo y acompañarlo en procesión, para que todos podamos mirarlo, contemplarlo, dejarlo pasar por nuestras calles y dejarnos flechar por su amor.

«Cuando el Señor pasa por nuestras calles, hay una atmósfera impresionante, sentimos que nos mira, sentimos que realmente Él se comunica con nosotros, y nosotros abrimos nuestro corazón para dejarnos fecundar por Él», reflexionó el Monseñor Carlos.

Por lo tanto, todos estamos llamados a «generar una vida cristiana renovadora de la humanidad», especialmente, en estos momentos en que la guerra se encrudece y los odios, las amenazas, «están destruyendo a todos los pueblos de la tierra».

En este momento, el mundo necesita amar con todo el corazón y desarrollar toda la capacidad que la humanidad tiene de amar. Y nuestra tarea como cristianos es ser signos del amor de nuestro Señor, imperecedero, irrenunciable, irrerversible, un amor que no es desigual, siempre es el mismo, a manos llenas.

El arzobispo de Lima aseveró que las guerras y ambiciones pretenden formar una nueva ideología en la que se piensa que solo luchando se puede obtener algo. Pero la experiencia humana sabe perfectamente que las guerras traen destrucción, no construyen nada.

Para buscar «modos de ayudarnos mutuamente», necesitamos el amor del Señor que suscita en nosotros la razonabilidad, la sabiduría, la capacidad de pensar bien las cosas para actuar como un pueblo inteligente y reflexivo, capaz de medir bien y ver lo adecuado y lo justo.

El arzobispo de Lima hizo un llamado a compartir nuestras experiencias e historias de vida como una manera de reconocer toda la maravilla de Dios y su presencia a lo largo de nuestro camino. Y desde ese testimonio personal, salgamos todos a compartir nuestra vida con los demás, identificando al Señor de los Milagros que se hace milagro en cada uno, en cada vida.

Al concluir la Eucaristía en los exteriores del Santuario de Las Nazarenas, se dio inicio al segundo recorrido procesional del Señor de los Milagros, que este año volvió a pasar por la Plaza Mayor de Lima.

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