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  • Comentario de la Semana [01 de junio – 05 de junio]

El Evangelio de este domingo nos vuelve a remecer con su mensaje: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”.

Esta verdad, en esta hora de cruz y sufrimiento para nuestro pueblo, se torna en un grito de esperanza. Miles de hogares están cargando el duro peso del dolor y de la angustia. Decía San Juan Pablo II: El sufrimiento, parece pertenecer a la trascendencia del hombre; es uno de esos puntos en los que el hombre está destinado a superarse a sí mismo, y de manera misteriosa es llamado a hacerlo” (SD 2)

En efecto, en el dolor hay una dimensión redentora. Pero desde allí tenemos que resistir y avanzar a la aurora de un nuevo día; como nos exhorta el Papa Francisco: «No nos dejemos aprisionar por la tentación de quedarnos solos y decaídos, quejándonos por lo que sucede. No cedamos a la lógica inútil del miedo al repetir con resignación que todo va mal …. El Señor desea, …abrir el camino de la vida, el del encuentro con Él, de la confianza en Él, de la resurrección del corazón”.

En esta hora de dolor: Bienaventurado eres tú que tienes listo el hombro para acoger el llanto de tu hermano; bienaventurado eres tú que sin descanso ni provecho logras un balón de oxigeno para un enfermo; bienaventurado eres tú, que vestido de blanco -aun agotado- luchas contra la muerte; bienaventurado eres tú que vistiendo el uniforme de la Patria no cesas de enfrentar al enemigo; bienaventurado eres tú que has encendido una llama de oración en el altar de tu alma; bienaventurado eres tú que te inmolas como por ayudar a tus hermanos.

R. P. Guillermo Inca Pereda,
Secretario Adjunto de la Conferencia Episcopal Peruana

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