En el corazón de la capital peruana, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primada del Perú, acudió al Cercado de Lima para celebrar la Fiesta del Perpetuo Socorro, en una Eucaristía que reunió a cientos de personas: «Al celebrar a la Virgen del Perpetuo Socorro, celebramos su amor gratuito e incondicional. Y la Madre del Señor que da este don gratuito a nosotros, nos enseña a construir la Iglesia así, gratuitamente», expresó en su homilía.
La Parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro recibió la visita pastoral de Monseñor Castillo en el marco de la tradicional fiesta de su patrona. En su homilía, el prelado habló sobre la importancia de vivir toda devoción desde una misma fe, con sentido de realidad y sensibilidad a las problemáticas más latentes de nuestras comunidades.
En ese camino por vivir una fe inteligente, el Arzobispo de Lima explicó que nuestra visión de las cosas ha madurado, porque hemos dejado de atribuirle a Dios todas las cosas malas que pasan: «Hubo una época en la que se decía: “¡Aplaca tu ira, Señor!”, cada vez que ocurría un temblor. Pero ahora nadie ha pronunciado esa frase cuando ha venido la Pandemia, porque no pensamos que Dios es tan malo como para traernos esta Pandemia», indicó.
Para tener una comprensión sobre el amor gratuito que Dios tiene hacia nosotros, el Arzobispo de Lima puso de ejemplo el camino de la maternidad, un trayecto de nueve meses de intensa esperanza y amor incondicional por la llegada del hijo: «Perfecto significa que Dios es totalmente, perfectamente amor, plenamente amor. El Señor nos creó para amar como la mamá nos ama en el vientre. Y, ¿qué cosa entrega la mamá en el embarazo además de su amor? Sus líquidos, su aire, su sangre, su respiración, pero sobre todo, sus palabras y su canto. La mamá le canta al niño, y a partir de los ruidos que escucha, el niño empieza a ordenar su vida, desde el ser de la madre, como un sentido de amor gratuito. No lo habla, no lo dice, todavía, pero lo siente. Y eso es lo que sentimos todos», reflexionó.
Por otro lado, hizo un llamado a saber solidarizarnos con los que más sufren, a enlodarnos en el río, como Jesús, que fue bautizado sin tener pecado, para solidarizarse con nosotros y mostrarnos su amor: «Jesús se mete en el agua para que las aguas cambien de forma; ya no son para purificar, sino para acompañar, es decir, son aguas de amor, aguas uterinas como las de la mamá», acotó.
El Arzobispo de Lima reiteró que todos podemos desarrollar la capacidad de delicadeza y amor incondicional que Dios nos ha dado a través de María.
Recordando la nueva carta apostólica del Papa Francisco sobre la Liturgia, el Primado del Perú afirmó que, durante la Eucaristía, todos somos invitados a vivir con el mismo amor ardiente que tuvo el Señor con sus discípulos en su Última Cena: «La Misa es una fiesta en que ardemos de amor, para que luego, lo irradiemos en el mundo. La Eucaristía es el alimento que nos permite entender, aclarar y vivir el misterio de la Cruz del Señor en el mundo; misterio que nos lleva, luego, a dar testimonio y a no salir igualito que cuando venimos a la misa. Y si salimos distintos después de Misa es porque el Señor nos ha renovado con su amor gratuito para compartirlo con los demás», comentó.