El deseo de reavivar el espíritu de Aparecida y en el horizonte del Jubileo Guadalupano en 2031 y el Jubileo de la Redención en el 2033, la Asamblea Eclesial de América Latina ha emitido un mensaje donde se recoge lo vivido en un evento inédito e histórico, del 21 al 28 de noviembre. El documento fue leído por Mons. Miguel Cabrejos, el Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP).
- ONDEC felicita a los docentes del Área de Educación Religiosa en el Día del Maestro
- Iglesia peruana premia a docentes destacados del área de Educación Religiosa en el Concurso Nacional «El Maestro que trasciende 2023»
La Asamblea ha sido vivida, recoge el mensaje, como “una verdadera experiencia de sinodalidad, en la escucha mutua y en el discernimiento comunitario de lo que el Espíritu quiere decir a su Iglesia”. Desde la “poliédrica diversidad”, los participantes de la Asamblea se han “vuelto hacia las realidades que vive el continente, en sus dolores y esperanzas”.
El texto constata y denuncia dolores “de los más pobres y vulnerables que sufren el flagelo de la miseria y las injusticias”; también “el grito de la destrucción de la casa común” y la “’cultura del descarte’ que afecta sobre todo a las mujeres, los migrantes y refugiados, los ancianos, los pueblos originarios y afrodescendientes”. A la Asamblea le duele “el impacto y las consecuencias de la pandemia que incrementa más las desigualdades sociales, comprometiendo incluso la seguridad alimentaria de gran parte de nuestra población”.
Pecados y esperanzas
También duelen los pecados intraeclesiales, como “el clericalismo y el autoritarismo en las relaciones, que lleva a la exclusión de los laicos, de manera especial a las mujeres en las instancias de discernimiento y toma de decisiones sobre la misión de la Iglesia, constituyendo un gran obstáculo para la sinodalidad”. Junto con ello, se muestra la preocupación ante “la falta de profetismo y la solidaridad efectiva con los más pobres y vulnerables”.
Pero también hay esperanzas, nacidas de “la presencia de los signos del Reino de Dios, que llevan por caminos nuevos a la escucha y al discernimiento”. El mensaje muestra el camino sinodal como “un significativo espacio de encuentro y apertura para la transformación de estructuras eclesiales y sociales que permitan renovar el impulso misionero y la cercanía con los más pobres y excluidos”. También es motivo de esperanza la Vida Religiosa, “mujeres y hombres que viviendo contracorriente dan testimonio de la buena nueva del Evangelio”, y la piedad popular.
Formar en sinodalidad
También la promoción de la vida en su totalidad, formar en sinodalidad para erradicar el clericalismo, participación laical en espacios de transformación, escuchar y acompañar el clamor de los pobres, excluidos y descartados. Se ha señalado la necesidad de nuevos programas de formación en los seminarios, de dar valor a los pueblos originarios, de la inculturación e interculturalidad, abordar temas sociales y formar en sinodalidad.
MENSAJE-FINAL